Influenza, inquietud contagiosa

abril 27, 2009 at 3:03 pm 1 comentario

Hay una quietud contagiosa, como la misma influenza.

Hay poca gente andando por la calle, en el parque, en bicicleta. Pero más no sucede, ni se nota más tribulación que la ausencia. Desde hoy no habrá clases en ninguna escuela. Ni en toda la semana. Los niños andan dichosos, retomando las vacaciones de Pascua apenas cuatro días después de haber regresado a sus aulas. No faltan los que dan brincos en el parque. Casi todos los que usan tapabocas los llevan colgando del cuello. Sólo uno que otro se lo ha puesto como el bozal que debe ser. El dique, la protección, el resguardo, les viene sobrando.

Eso sí, están cerrados muchos restoranes, pero creemos que es más porque el domingo les adormeció que porque anden pensando en no contagiarse. Dicen que si la tranquilidad fuera vacuna esto, sin duda, tendría remedio. No sería para más.

Es verdad que en la ciudad de México vivimos desafiando catástrofes menores todos los días, vivimos con las avenidas levantadas sin grandes avisos, expuestos a que una calle cambie de sentido o desaparezca un mes sin previo aviso.

Es verdad que un terremoto devastó edificios, barrios, mundos hace veinte años, mucho tiempo visto desde los hijos y sólo un rato desde la memoria de quienes entonces anduvimos las calles, sonámbulos y ardientes, sin adivinar qué hacer, imaginando lo que no queríamos. Quienes vivimos esta ciudad que creemos el ombligo de nuestro país, sabemos padecerla y gozarla con más o menos heroísmo.

Yo he pasado años en los tranvías, el metro, los camiones. Y no me daba cuenta de que era yo entonces el peregrino que hoy no concibo. Quién sabe cómo habré hecho para que todo ese viajar no me cansara. Ahora me aflijo a los tres pasos y las aglomeraciones y el tránsito exacerbado me asustan como a otros los terremotos.

Le tengo menos temor a los inapelables, que al diario ir y venir por la vida como aquí es. Supongo que hay mucha gente como yo. Mucha gente haciéndose el favor de no temer, gente que no quiere imaginar lo que adivina: afuera hay enfermos, afuera hay algo tan cierto que no ha querido callárselo el gobierno, afuera hay riesgos. No hay mentira.

¿Qué necesidad tendría el gobierno de inventarse un peligro como si no tuviéramos suficientes? Yo sí creo en que aquí hay una epidemia, aunque me porte como si no lo creyera. Creo también en el origen italiano de la palabra influenza. Viene de esta idea antigua para tantos e inmensamente actual para otros, de que el azar, la influencia de los astros, es quien trae y lleva la enfermedad.

Por eso, al menos en la familia con la que comí ayer, nadie quiso dejar de besarse.Ojalá que los astros nos bendigan, porque lo que es nosotros nos portamos como una pandilla de irresponsables, beneméritos, invulnerables personajes de excepción. Que la vida nos proteja de hoy. Y que mañana nos encuentre sanos y precavidos. Sonrientes, pero no sordos, porque no sólo las estrellas dirimen el contagio.

Se los estoy diciendo, y me lo digo, en medio de un ataque de estornudos.

Punto y aparte: divinos los volcanes y las tardes. Porque aquí vivo, sin vivir en mí.

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Recordar es vivir Algunas maravillas

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  • 1. Influenza-inquietud-contagiosa : Sysmaya  |  agosto 11, 2009 a las 8:50 pm

    […] Articulo Indexado en la Blogosfera de Sysmaya Hay una quietud contagiosa, como la misma influenza. Hay poca gente andando por la calle, en el parque, en bicicleta. Pero más no sucede, ni se nota más tribulación que la ausencia. Desde hoy no habrá clases en ninguna escuela. Hay una quietud cont .. […]

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